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10 de julio de 2020
Estimados Hermanos y Hermanas en Cristo,
Durante los últimos meses, nuestras comunidades han experimentado frustración y decepción atribuidas no sólo a la pandemia del COVID-19, sino también a la agitación social asociada a las muertes recientes de hombres y mujeres de raza negra a manos de la policía. Mientras que las órdenes de quedarse en casa han sido necesarias para combatir la divulgación del COVID-19 y mantenernos a salvo, muchos están sintiendo los efectos que dichas órdenes están teniendo en la economía y en nuestras familias. Aún más dañino es cómo personas negras, hispanas/latinas, y comunidades de bajo nivel socioeconómico están siendo infectadas con el virus y muriendo de manera desproporcionada por el mismo.
En nuestras comunidades, encontramos personas que están dolidas como resultado del azote del racismo, la xenofobia, el prejuicio y la parcialidad. Hemos sido dolientes testigos de cómo nuestros hermanos y hermanas de color continúan luchando y sufriendo en esta “tierra de los libres”. Mientras que estamos agradecidos por el servicio necesario que buenos oficiales de policía proveen a nuestras comunidades, cuando aquellos que han jurado servir y promover la justicia y el bien común en la sociedad abusan de su poder, no podemos simplemente huir de ello, cerrar lo ojos o escondernos. Como el Dr. Martin Luther King dijo una vez, “la mayor tragedia no es la opresión y la crueldad de la gente mala, sino el silencio que guarda ante ello la gente buena”.
El racismo es pecaminoso y malo y ha sido tolerado por demasiado tiempo en nuestra sociedad. Mientras que mucha gente de buena voluntad está protestando, poniéndose de pie y hablando sobre la maldad del racismo y la injusticia, no debemos permitir que la narrativa sea dominada por algunos que están tergiversando la pelea sincera y genuina por dignidad y justicia.
En semanas recientes, han existido muchas preocupaciones de parte de los fieles sobre el término “Las Vidas Negras Importan”. Mientras que existe una tentación fuerte de algunos por responder a “Las Vidas Negras Importan” con “Todas las Vidas Importan,” la historia nos muestra que la sociedad no ve a las vidas Negras de la misma manera en que ve a otras vidas. Mientras que muchos escogen negar esta realidad, los estudios han mostrado que los números de personas de color en prisión son desproporcionados comparados con los números de personas de otras razas. De hecho, no sólo son encarceladas las personas negras en un índice cinco veces mayor al de las personas caucásicas, las personas negras tienen también más posibilidades de ser detenidas por cuestiones de tráfico, de experimentar registros y arrestos juveniles, y de recibir sentencias más duras y largas, de acuerdo a un estudio que los obispos de Estados Unidos condujeron sobre el Sistema de Justicia Criminal.
Mientras que Las Vidas Negras Importan se ha convertido en un movimiento social amplio, no podemos permitir que nuestro auténtico entendimiento del concepto de Las Vidas Negras Importan sea sumariamente rechazado debido a que algunas organizaciones que emplean el término tengan objetivos contrarios a las enseñanzas de la Iglesia. Como Católicos debemos ver Las Vidas Negras Importan como un grito dedicado a la santidad de la vida humana. Estamos llamados a nutrir y proteger la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Mientras vivimos y actuamos en conformidad con el Evangelio, debemos continuar haciendo una distinción entre el concepto afirmante de vida de Las Vidas Negras Importan y organizaciones con agendas radicales. Debemos permitir que nuestra perspectiva de Las Vidas Negras Importan sea formada a través de unas lentes templadas por el Evangelio de la Vida, tal como se opone a las ideas inspiradas en el Marxismo promovidas por otros. Nuestra respuesta sobre esto proveerá de un encuentro significativo, de un diálogo y un acompañamiento dentro de nuestras comunidades y familias.
Muchos sienten que la Iglesia ha estado callada o ha sido indiferente sobre el racismo en su institución y sociedad. Este movimiento ha compelido a la Iglesia en los Estados Unidos a hablar más fuertemente contra el azote del racismo. Incontables obispos están hablando claramente contra este mal que atenta contra la santidad de la vida. Sin embargo, las palabras no son suficientes para traer un cambio duradero, debemos comenzar en nuestras familias. Nuestros hogares deben de ser las primeras escuelas del amor hacia Dios y hacia nuestro prójimo. Nuestros hogares son donde aprendemos amor, compasión, respeto, misericordia y perdón. El racismo es un comportamiento aprendido; por lo tanto, debemos enseñar y mostrar a nuestros hijos el valor intrínseco de cada vida humana.
Estamos llamados a involucrar a nuestras familias firmemente, a nuestras parroquias y comunidades en el tópico del racismo. Mientras las personas comienzan a hablar sobre el racismo, el cual es con frecuencia un tópico incómodo, debemos decidirnos a reconocerlo, nombrarlo, expiarlo (cuando sea apropiado) y luchar por no practicarlo más. Atacar al racismo dentro del marco del Evangelio de la Vida nos servirá bien en expresar de manera precisa que no hay lugar para el racismo en el corazón humano. A través de la catequesis litúrgica, podemos expresar comunión con nuestros hermanos y hermanas de todos los colores, siendo marcados por la unidad proclamada en el Credo profesado durante la Eucaristía dominical.
Sacerdotes y diáconos deben predicar contra el racismo, tomar responsabilidad personal para erradicarlo, y encontrar y acompañar a todos los parroquianos. Animamos a los fieles a usar los recursos publicados por el USCCB (www.usccb.org/racism), particularmente “Abramos nuestros corazones: el incesante llamado al amor” la carta pastoral de los Obispos de Estados Unidos contra el racismo. Los obispos nos recuerdan en su carta, “Para trabajar para poner un fin al racismo, necesitamos involucrar al mundo y encontrar a otros — para ver, tal vez por la primera vez, a aquellos en la periferia de nuestra vista tan limitada”. Tales encuentros traerán la necesitada transformación de nuestro entendimiento de la vida verdadera, la caridad y la justicia en la sociedad.
Mientras alineamos nuestras acciones con Dios, somos animados a comprometernos libremente con Él siendo amables y de corazón tierno unos con otros, perdonándonos mutuamente, tal como Él nos perdonó en Cristo (Efesios 4:32). Para amar de manera auténtica al Señor, nuestro Dios, con todo nuestro corazón, alma y mente, aceptamos que toda persona es creada en Su imagen y semejanza. Al amarnos verdaderamente unos a otros, nos haremos el bien mutuamente, y cumpliremos completamente con la ley.
Al vivir diariamente en una sociedad que se está convirtiendo incrementalmente en secular, existe una necesidad aún mayor de sujetarnos fuerte de nuestra fe y de esperar en nuestro Dios de infinita misericordia y amor. Sigamos adelante para ¡abrir nuestros corazones!
Sinceramente en Cristo,
F. DeKarlos Blackmon, OblSB
Vida, Caridad y Justicia
Monseñor José S. Vásquez
Obispo de Austin