Editora: Obispo, recientemente usted asistió a una reunión en Roma sobre el tráfico humano. Por favor díganos sobre ésta reunión y por qué estuvo usted ahí.
Obispo Vásquez: Como el Presidente de los Servicios de Migración y para Refugiados de la Conferencia Católica de Obispos de Estados Unidos, fui invitado a participar en un foro sobre el tráfico humano ofrecido por la Sección de Migrantes y Refugiados del Vaticano. Obispos, sacerdotes, hombres y mujeres religiosos y laicos de alrededor del mundo vinieron para discutir sobre tráfico humano, el cual es uno de los retos criminales más grandes que enfrenta el mundo hoy.
Discutimos los esfuerzos que se están llevando a cabo en diferentes diócesis y países para erradicar el tráfico humano. Al final del foro, fuimos invitados a celebrar Misa con el Papa Francisco en la cual él recordó a las víctimas de la tragedia de Lampedusa, quienes perdieron sus vidas en el Mar Mediterráneo viniendo de África a Italia. Al final de la Misa, el Santo Padre – en un hermoso gesto – se reunió personalmente y habló con los fami-
liares de las víctimas. El Papa quería mostrarles que a la iglesia le importa y que las víctimas no son olvidadas.
Nuestra fuerte oposición al tráfico humano se basa en los principios de la enseñanza social Católica –lo sagrado y la dignidad de la vida humana. El Catecismo de la Iglesia Católica “Prohíbe acciones o iniciativas que por cualquier razón lleven a la esclavitud de seres humanos, a que se los compre, venda y canjee como mercancía, en atropello a su dignidad personal”. Las estadísticas muestran que más de 20 millones de personas alrededor del mundo han sido forzadas a trabajar y explotadas sexualmente. El tráfico humano es un crimen contra la humanidad.
Editora: El tráfico humano es, con frecuencia, un tema del que no se quiere hablar. No nos damos cuenta de que sucede justo enfrente de nosotros ¿Cómo puede ser esto?
Obispo Vásquez: El tráfico humano no es un problema distante en otro país. Está sucediendo en nuestro propio país. Cada año, tantos como 17,000 hombres, mujeres y niños vulnerables son traficados y forzados a la esclavitud. Desafortunadamente, es muy difícil para las autoridades encontrarlo y seguirlo. También, no existe una definición clara sobre la que todos puedan estar de acuerdo. Pasamos varios días discutiendo sobre la definición de tráfico humano durante la reunión en Roma. Una definición previa de tráfico humano incluía el cruzar de un país a otro. Pero sabemos que la gente en nuestro propio país es víctima de tráfico humano.
Otra razón por la que este crimen pasa desapercibido es por que las víctimas tienden a ser pobres, primariamente mujeres, niños y jóvenes. Desaparecen y se les olvida. Algunas veces su desaparición es clasificada como que “escaparon de casa”. Tristemente, éstas víctimas se convierten en estadísticas y números, pero debemos recordar que son personas que no merecen ser tratadas como bienes usados y retenidos contra su voluntad. El tráfico humano reduce al individuo a mercancía, la cual puede ser transportada, comprada y vendida para ser usada por otra persona.
Editora: ¿Dónde se juntan el tráfico humano y el debate migratorio? ¿Cómo puede uno llevar hacia el otro?
Obispo Vásquez: Creo que esa es una pregunta excelente. El tráfico humano y la inmigración no deben equipararse. Claramente, existen casos en los que los inmigrantes pagan grandes sumas de dinero para entrar a un país y escapar una situación terrible. En estos casos, con frecuencia la transportación proveída es muy peligrosa. No hace mucho tiempo, muchos murieron en la parte trasera de un trailer debido al calor extremo. Estas personas son tratadas como animales, puestas en vehículos o en la parte trasera de autos o camionetas y muchos de ellos mueren. Aunque la inmigración y el tráfico humano alguna vez van mano con mano, son dos cosas muy distintas.
Editora: ¿Qué puede hacer la persona promedio para combatir el tráfico humano?
Obispo Vásquez: Primero que nada, necesitamos educarnos sobre este tema. Necesitamos aumentar nuestro entendimiento de lo que está pasando en el mundo, especialmente en este tiempo particular en el que, literalmente, hay millones de personas moviéndose de lugar. Están huyendo para escapar de situaciones terribles en sus tierras natales. Muchos de ellos son amenazados con guerras, violencia de bandas, carteles de drogas o persecución religiosa. Debemos entender por qué muchos están tratando de salir de sus lugares de origen.
En segundo lugar, no debemos cerrar nuestros corazones ni nuestras mentes a esta gente por que son seres humanos como nosotros mismos. La mayoría de la gente que está que están emigrando son niños y mujeres pobres. Ellos no tienen los medios para protegerse en su propia sociedad. La mayoría de estas personas quieren quedarse en su propio país. Quieren tener una buena vida. Quieren proveer para sus familias en su país. Desafortunadamente no tienen esa oportunidad.
Repetidamente, el Papa Francisco nos ha retado a abrir nuestros corazones hacia aquellos que sufren. “La cultura del confort, que nos hace pensar solo en nosotros mismos, nos hace insensibles a los gritos de otra gente, nos hace vivir en burbujas de jabón la cuales, aunque adorables, carecen de sustancia; ellas ofrecen una ilusión efímera y vacía que resulta en la indiferencia hacia otros; de hecho, ello nos lleva a la globalización de la indiferencia. En este mundo globalizado, hemos caído en la indiferencia globalizada. Nos hemos acostumbrado al sufrimiento de otros: ¡no me afecta; no me incumbe; no es mi asunto!” dijo el Papa Francisco en 2013.
Debemos también aprender a leer los signos del tráfico humano en la gente en nuestras comunidades. Vea el cuadro para mayor información. También, la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos tiene recursos maravillosos para ayudar a que individuos aprendan más sobre cómo pelear contra el tráfico humano. Visite www.usccb/stopslavery para mayor información.
Editora: ¿Cuál es su oración por todos aquellos en peligro de este terrible crimen?
Obispo Vásquez: Mi oración es por que trabajemos para poner fin al azote del tráfico humano que le roba a las personas su dignidad dada por Dios. Por que nos convirtamos en la voz de aquellos cuyas voces han sido silenciadas para que toda la gente sea respetada y apreciada como hijos de Dios.