Por el Diácono Al Ponce | Columnista Invitado
El llamado al diaconado permanente alcanza el corazón y el alma de aquellos ordenados como diáconos a través de la formación y el discernimiento. Es Cristo mismo, la gracia de Dios que toca los corazones para servir en su capacidad como Cristo el siervo.
El servicio del diácono comienza en el altar y vuelve aquí. Con la gracia especial de la ordenación, el alcance del servicio del diácono va más allá del edificio físico de la iglesia. Llega a los márgenes en donde Cristo realiza su trabajo.
Cristo con gran cuidado ha puesto en mi corazón un carisma especial por los que no tienen hogar Aquellos que a diario, soportan condiciones que no podemos imaginar o enten-
der. Cualquiera que sea su situación, estos hombres y mujeres, nuestros hermanos y hermanas ansían el amor de Cristo.
Durante nuestro proceso de formación, participamos en un “Retiro Callejero” en Austin. Renunciamos a nuestras posesiones, comodidades y pasamos el fin de semana con personas sin hogar desde el jueves en la noche hasta el domingo. Este fue uno de los más poderosos encuentros con Cristo, y esta experiencia condujo a mi corazón a este ministerio y a
alcanzar a aquellos que no tienen hogar y necesitan consuelo.
Durante el fin de semana del retiro, Cristo estuvo siempre presente y pudo sentirse en la gente que encontramos. El domingo, el retiro culminó en I-35, bajo un puente enfrente del Departamento de Policía en Austin. Muchos hermanos y hermanas sin hogar se reúnen ahí los domingos. Vienen ahí para recibir cuidados, consuelo, apoyo y para experimentar el amor de Dios. Llaman a este lugar de reunión la “Iglesia Bajo el Puente”.
Llegamos ahí desde el centro. Cuando llegamos, la multitud de personas sin hogar era abrumadora y me llegó a lo profundo del corazón. El Espíritu Santo me mostró que hay mayor esperanza, un amor más grande. Ahí, frente a nosotros había gente de diferentes iglesia y denominaciones religiosas sirven en ministerio a los que no tienen hogar. El Cuerpo de Cristo estuvo presente mientras que muchos necesitaban consuelo y otros lo fueron proveyendo.
Esto me llevó a las lágrimas. El líder del retiro y yo, mientras experimentábamos el Cuerpo de Cristo, oró a Nuestra Bendita Madre, el “Salve”. El viaje a casa fue un tiempo especial para la reflexión y cuando volví a nuestra parroquia, me encontré con mi pastor, el Padre Richard O’Rourke. Compartí mi experiencia con él, y después de pocos días, compartí mi experiencia con algunos de mis queridos amigos (parroquianos). Una vez más, encontré el Cuerpo de Cristo. Algunos parroquianos preguntaron si era posible que fuéramos a Austin un domingo a esa “Iglesia bajo el puente”.
Aquí es donde la gracia de Dios trabaja más allá de nosotros, es donde la gracia no puede ser medida. Un pequeño grupo de nosotros fue a la “Iglesia bajo el Puente”. Los parroquianos volvieron con corazones encendidos y deseando compartir su experiencia con otros. Ellos han desarrollado acciones para apoyar proyectos para personas sin hogar locales. Estos proyectos continúan creciendo.
Cristo trabajando a través de nuestro ministerio diaconal va más allá de nosotros. Ahora vamos regularmente, cada seis meses con más de 70 parroquianos participando en esta misión.
También hay un grupo de parroquianos, incluyendo a mi querida esposa, que hacen esteras para dormir para personas sin hogar, a partir de bolsas de plástico para abarrotes. Ellos se reúnen antes de nuestra mi-sión para personas sin hogar, y pasan tiempo de calidad y las preparan con especial cuidado.
Nuestra juventud también se ha involucrado. Ellos proveen de pláticas de testimonio sobre nuestras experiencias a organizaciones para jóvenes de otras parroquias. Las parroquias de nuestro decanato ahora participan con nosotros. Camionetas de objetos esenciales se llevan para compartir con personas sin hogar, incluyendo comida, agua, ropa, rosarios, tarjetas de oración y mucho más.
Mientras encontremos a Cristo en los sin hogar, él nos sirve a nosotros de una manera en que nos ayuda a continuar y compartir la gracia que recibimos. Como dijo Sta. Teresa de Calcutta, “A veces pensamos que la pobreza es sólo tener hambre, estar desnudo o no tener hogar. La pobreza de ser indeseable, no ser amado y no recibir cuidados es la pobreza más grande”.
El diácono que sirve en ministerio en los márgenes va más allá de nosotros, es Cristo el Siervo acercándose a los corazones, ya sea en un hospital, en una cárcel o prisión, en un asilo de ancianos o en las calles.
El servicio de un diácono comienza en el altar y regresa ahí cada domingo. Oro por que siempre recordemos que como diácono nunca nos vamos del altar solos, Jesús está con nosotros cuando encontramos a cualquier persona. Y cuando volvemos al altar, traemos a Él a nuestros hermanos y hermanas que hemos encontrado.
El Diácono Al Ponce y su esposa Debbie sirven en St. Paul Chong Hasang Parish en Harker Heights.