Nota de la Editora: Esta es la primera en una serie de columnas para ayudar a explicar el papel de los diáconos en la iglesia mientras que la Diócesis se prepara para aceptar aplicaciones para la próxima clase de diaconado.
Por el Diácono Dan Lupo | Columnista Invitado
Algo destacado de mi peregrinaje a la Tierra Santa del pasado Junio fue visitar el Cenáculo en Jerusalén. Estuve parado ahí, admirado en aquel lugar sagrado, meditando en todos los divinos eventos que tuvieron lugar ahí y que son clave de nuestra fe: la Última Cena/la institución de la Sagrada Eucaristía [Mt 26:26-29], Jesús enviando a los Apóstoles/la institución de la Reconciliación [Jn 20:21-23], Pentecostés/el nacimiento de la Iglesia [Actos 2:1-4].
Entonces, en el don de una reve-
lación poderosa, me di cuenta de que el Cenáculo es la fuente de los tres deberes diaconales (munera) de palabra, liturgia y caridad.
Palabra. El Cenáculo es donde el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles en Pentecostés y los llenó con el poder de predicar la Buena Nueva. En Actos leemos, “Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba habilidad para expresarse”. En verdad, la predicación de San Pedro fue tan poderosa, que 3,000 personas fueron bautizadas después de ella.
Los diáconos son llamados a proclamar el Evangelio en la Misa, a enseñar (como catequistas, religiosos, maestros de educación religiosa, en la preparación de los sacramentos), y a predicar la homilía cuando se les asigne. Es por ello que en su ordenación, al candidato al diaconado se le da el libro de los Evangelios, y escucha al obispo decir: “Recibe el libro de los Evangelios, cuyo heraldo eres tú ahora: cree lo que lees, enseña en lo que crees, y practica lo que enseñas.” Los diáconos pueden trazar los orígenes de sus deberes de proclamar/enseñar/orar, a los eventos de Pentecostés en el Cenáculo.
Liturgia. El Cenáculo es donde Jesús instituyó los sacramentos de la Eucaristía (La Última Cena), la Reconciliación (“Aquellos a quienes les perdonen sus pecados, les quedarán perdonados”), y la Confirmación (la venida del Espíritu Santo en Pentecostés). Los Sacramentos/Liturgia son el segundo de los tres deberes del diácono.
Cuando sirve en la Misa, el diácono debe liderar el Kyrie en el Acto Penitencial; cubrir de incienso a los Evangelios, el clero y la congregación. También proclama el Evangelio; predica ocasionalmente; proclama las Oraciones Universales; prepara el altar, especialmente el cáliz; invita a todos a intercambiar el signo de la paz; y despide a la congregación.
El diácono puede también presidir en el sacramento del bautizo; puede presidir y ser testigo del intercambio de votos en el sacramento del matrimonio; puede presidir en una vigilia funeraria, un servicio funerario, y en el servicio en el lugar del entierro (o el entierro mismo); y puede liderar un servicio comunitario y una Benediction. En todas estas maneras, a través de los sacramentos, el diácono extiende las gracias de Cristo desde su altar de sacrificio hasta los fieles durante los varios hitos en sus viajes de fe.
Caridad. Cuando Jesús lavó los pies de sus discípulos (Juan 13), Él les dio un modelo a seguir: “para que como yo lo he hecho a ustedes, ustedes también hagan”. El modelo fue de un humilde servicio, por el bien del prójimo.
La palabra griega diakonia significa servicio, y mientras que los sacerdotes son ordenados como Cristo el Pastor, para servir en ministerio al rebaño de una parroquia, los diáconos son ordenados como Cristo el Siervo, para servir en ministerio a aquellos en las periferias de la sociedad. Un diácono (diakonos) lleva la Buena Nueva a los que no tienen hogar, los hospitalizados, los encarcelados, los pacientes de hospicio, los temerosos, los inmigrantes/extraños, y los pobres material y espiritualmente.
Cuando el Papa Francisco lava los pies de los “últimos” durante los servicios del Jueves Santo en Roma, el usa su estola de diácono (una banda que le atraviesa el pecho) como un signo poderoso de que está siguiendo el modelo de Cristo el Siervo dado en la Última Cena.
Seguir a Cristo sirviendo a los otros es lo que todos los Cristianos bautizados están llamados a hacer. Los diáconos Católicos son llamados aparte en ese servicio, para manifestar la mi-
sión de la Iglesia de servir a los últimos de entre los hermanos y hermanas de Jesús. El Cenáculo, donde comienza la iglesia [Jn 20:21], provee de la fuente divina de mucho del carisma de servicio de un diácono.
Hombres, atención: ¿Están siendo llamados al diaconado?
Hombres entre las edades de 30 y 59 años que se encuentren sintiendo el llamado de Dios a el diaconado permanente deben discutirlo con sus pastores y obtener su permiso para asistir (con su esposa, si son casados) a una de las siguientes sesiones informativas (ofrecidas en español e inglés):
Dec. 16 en St. Mary Parish en Temple
Ene. 20 en el Centro Pastoral en Austin
Feb. 17 en St. Mary Parish en Brenham
Marzo 17 en Eagle’s Wings Retreat Center en Burnet
May 5 en el Centro Pastoral en Austin
Cada session (2-5 p.m.) explorará el diaconado, métodos de discernimiento, cualidades y características buscadas en quienes aplican, el viaje de formación, la participación de la esposa en la formación, y el proceso de aplicación. Para mayor información, llame al (512) 949-2459; correo electrónico diaconateformation@austindiocese.org; o visite www.austindiocese.org/diaconalformation.