Por Gustavo Rodríguez | Columnista
Si alguien me hubiera dicho el día de Año Nuevo que estaríamos lidiando con una pandemia global en menos de tres meses, hubiera dudado de su cordura. Y aún así, aquí estamos, nuestras escuelas están cerradas, las Misas han sido suspendidas para el público y el distanciamiento social está en pleno.
Este es un momento duro para las familias. Existe tanto que desconocemos y la vida cambia todos los días. Como Católicos, somos una comunidad de fe y esperanza. Ahora pode-
mos sentir empatía por las familias que esperaron toda la noche durante la Pascua Judía a que pasara el peligro por sus casas. Ahora podemos sentir empatía y comenzar a entender el miedo que Jesús sintió en el Jardín de Getsemaní.
Mientras que practicamos el distanciamiento social y anticipamos los efectos a largo plazo del COVID-19, es fácil para nosotros perder el enfoque. Aunque los tiempos difíciles son inciertos e impredecibles, una cosa que sabemos sin duda es que Dios está con nosotros.
Es ahora, más importante que nunca, que continuemos ayudando a nuestros niños y ayudándonos mutuamente a poner nuestra atención en el Señor. Debemos, no sólo compartir la Buena Nueva de la Resurrección de Cristo, debemos vivir la Buena Nueva con esperanza y gozo.
Aunque no podemos estar físicamente presentes en la Misa, todavía podemos vivir nuestra fe como Iglesia Doméstica. Cuando celebramos los sacramentos del Santo Matrimonio o el bautismo, se nos recuerda nuestro papel en la Iglesia Doméstica: llevar el mensaje del Evangelio a la familia. Ahora es un buen momento para comenzar algunas nuevas tradiciones o agregar una nueva tradición a su hogar.
Estas son algunas de las cosas simples que podemos hacer para mantenernos activamente volteando nuestra atención hacia Dios. Él nos proveerá con la fuerza que necesitamos para soportar estos momentos preocupantes.
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