Por Ricardo Gandara | Corresponsal
En el mismo segundo en el que uno conoce al Diácono Willie Cortez, resulta obvio en dónde está su corazón; en la familia. En primer lugar, él ha estado casado 52 años con el amor de su vida, Mary, y eso ha funcionado tan bien que trabaja junto a ella en Sacred Heart Parish en Austin, profundamente arraigada en la vida de la juventud. Mary es directora de edu-cación religiosa; El Diácono Cortez es el director de los sacramentos. “Nos conocimos sirviendo té en Tarleton State y todavía estamos trabajando juntos. Ella es mi columna y lleva la fe conmigo,” dijo.
Ese enfoque en la familia tiene sentido en Sacred Heart, una parroquia conocida por su programa Our Kids at Heart, una organización sin fines de lucro cuyo objetivo es ayudar financieramente a las familias a enviar a sus hijos a las escuelas Católicas del área. Mientras que el Diácono Cortez, de 72 años, también está a cargo de ayudar a los jóvenes en programas como educación religiosa, bautismo y confirmación, sus antecedentes son los adecuados. Cuando era joven, trabajó duro en los campos de algodón de Rosebud, que está al este de Temple. Era común en esos días que los niños contribuyeran a la familia y aprendieran la ética del trabajo duro. Esto también le enseñó algo más: que debe de haber un mejor camino. “Mi padrastro me preguntó si quería los campos de algodón o una educación,” recordó el Diácono Cortez.
Eligió concentrarse en la escuela y finalmente obtuvo un título en educación de la Universidad Estatal de Tarleton. Más tarde obtuvo una maestría en administración educativa. Lo que siguió fue una carrera docente de 38 años. Tocó las vidas de innumerables niños que trabajaban en esos mismos campos de algodón. “Intenté mostrarles que tenían opciones,” dijo. Ese trasfondo lo preparó bien para cuando fue ordenado al diaconado permanente en 1988 y más aún cuando se mudó a Austin en 1992. Se inscribió en la St. Mary Cathedral, y fue introducido al Our Lady’s Family Center, un ministerio destinado a mejorar la vidas de familias a través de Cristo. El centro estaba ubicado en el lado este de Austin, donde prevalecían las pandillas juveniles. Los Hermanos de Juan Diego habían fundado un programa llamado “Los Jóvenes,” un ministerio que se acercaba a jóvenes en riesgo.
“Para el quinto grado, las pandillas se acercaban a los niños para que se les unieran,” dijo el Diácono Cortez. “Recuerdo a un niño de 12 años que venía al centro vistiendo cuatro camisetas una encima de la otra. Cada camiseta era de un color diferente. Supe que al caminar al centro, el niño tenía que caminar a través de diferen-
tes barrios manejados por diferentes pandillas. Tenía que caminar a través de cada uno usando el color de esa pandilla para mantenerse a salvo”. El Diácono Cortez, quien eventualmente se convertiría en director de Los Jóvenes, sabía que tenía que rescatarlos. “Usamos una camioneta donada para recoger a los niños de sus casas y llevarlos a un centro. Los llevamos a pescar, a jugar boliche y patinar pero, lo que es más importante, les enseñamos a ser buenos el uno con el otro. Si bien éramos una especie de centro de recreación, les enseñamos que la fe y la religión eran importantes,” dijo el Diácono Cortez. Los niños provenían de hogares destruidos, muchos carecían de una figura paterna. “Eran niños difíciles,” dijo.
Los Hermanos de Juan Diego finalmente se mudaron a la ciudad de México, pero el Diácono Cortez se quedó con una fundación para conti-
nuar el trabajo. “Nuestro centro se convirtió en un verdadero centro familiar. Los padres estuvieron involucrados. Las asociaciones de vecinos en el área se unieron a nuestros esfuerzos,” dijo. El centro familiar se convirtió en un refugio seguro. “Tuvimos que establecer reglas para que no pudieran usar colores de pandillas en el centro o realizar graffiti. Llegamos a algunos niños y a algunos niños no llegamos,” dijo. “Pero les mostramos a todos el amor de Cristo”. Cortez dirigió Los Jóvenes hasta 2002 y se cruzó con el Diácono Mark Hamlet, quien finalmente fue ordenado sacerdote y asignado a la parroquia natal del Diácono Cortez, Sacred Heart, donde los dos se reunieron.
“Me pidió que fuera su diácono,” dijo.
El Padre Hamlet fundó el programa de becas Our Kids at Heart para ayudar a las familias a poder pagar una educación Católica; el Diácono Cortez supo que había ate-
rrizado en el lugar correcto. “Comenzamos ayudando a un puñado de niños y niñas en 2012. Ahora tenemos 163 inscritos en diferentes escuelas Católicas,” dijo.
“Los niños aprenden que tienen oportunidades y los padres aprenden a involucrarse en sus comunidades y escuelas. La iglesia les da a todos un lugar para crecer,” dijo.