Por Dekarlos Blackmon | Columnista
En trabajo de intervención, con frecuencia se nos recuerdan las pa-labras del profeta Miqueas, “Ya se te ha dicho, hombre, lo que es bueno y lo que el Señor te exige: tan sólo que practiques la justicia, que seas amigo de la bondad y te portes humildemente con Dios”. (Mi 6:8). El amor de Cristo nos impulsa a intervenir por los más pequeños entre nosotros, los rechazados, los marginados, los discapacitados, los no privilegiados. Hechos a imagen y semejanza de Dios, estamos llamados a estar en una buena relación con Dios y con todos nuestros hermanos y hermanas – sin importar su nacionalidad, etnicidad, edad o género. La valía no se determina en aislamiento, sino en las relaciones intrapersonales mutuas y con Dios.
Propongo que esto es lo que significa ser pro-vida: ejercer amor genuino y respeto por cada persona humana desde la concepción hasta la muerte natural. Darse cuenta del respeto por las personas en medio de crisis humanitarias e injusticias sociales es tan pro-vida, y tan importante como cualquier otro tema de la vida. Hermanos y hermanas, no encontremos nunca una situación en la que nos podamos presentar para defender algunos problemas relacionados a la vida y hacer caso omiso de otros. Si realmente amamos al Señor, debemos cuidarnos unos a otros, debemos amarnos unos a otros. No puede haber verdadera justicia, verdadera armonía, verdadera justicia y verdadera integridad sin amor.
Hace unos meses, los Obispos Católicos de Estados Unidos escribieron “Open Wide Our Hearts: The Enduring Call to Love,” una carta pastoral contra el racismo. El título de la carta pastoral habla del corazón mismo de nuestra responsabilidad cristiana de hacer espacio para otros en nuestros corazones. Muy a menudo, escucho a la gente decir: “No veo el color”. Reconozco esto como un comentario bien intencionado, pero hasta que todas las personas lleguen a una conciencia auténtica sobre dónde encajan en los sistemas de poder y opresión de manera histórica, el comentario a menudo no poseerá ningún significado real.
Colectivamente, estamos llamados a una conversión de corazón real para encontrar al extraño entre nosotros y para involucrarnos en encuentros valerosos que hagan más consciencia sobre el racismo, la pobreza y todas las otras formas de violencia que amenazan la vida humana dentro de nuestras comunidades. Mientras nos esforzamos a abrir nuestros corazones al amor, encontrémonos y acompañémonos mutuamente para trabajar para cambiar las estructuras que trabajan contra la santidad de la vida.
A finales de este mes, tendremos una oportunidad especial para “abrir nuestros corazones” y abogar por el bien común durante la bienal Día de la Intervención de la Fe Católica en Acción en el Capitolio del Estado de Texas, el 26 de marzo. No es suficiente que oremos simplemente sobre los temas que afectan a nuestras comunidades, estamos llamados a participar en oportunidades para una acción significativa. En nuestra intervención, promovamos la santidad de cada vida humana aprendiendo más sobre las prioridades legislativas de nuestra iglesia, participando en el día de la intervención, y reuniéndonos con legisladores estatales a discutir los temas que afectan el bien común.
Para más información sobre el Día de la Intervención, contacte a John Gilluly en el (512) 949-2460. Para mayor información sobre la carta pastoral contra el racismo, visite www.usccb.org/racism.
DeKarlos Blackmon es el director de la Oficina de Vida, Caridad y Justicia para la Diócesis de Austin. Se puede comunicar con él llamando al (512) 949-2471 o escribiéndole a dekarlos-
blackmon@austindiocese.org.