Editora: Señor obispo, mientras continuamos atravesando esta temporada de Pascua, también continuamos experimentando la pandemia del COVID-19. Muchos de nosotros estamos luchando mientras nos refugiamos en donde estamos ¿Cuáles son algunas maneras en las que podemos mantener nuestra esperanza durante este tiempo?
Obispo Vásquez: El domingo de Pascua y la temporada de Pascua son el pináculo del año litúrgico, y desafortunadamente, este año nuestra celebración de la Pascua ha sido retada por el COVID-19. Nuestras iglesias han estado vacías por semanas, y la mayoría de nosotros ha estado en casa por un buen rato ¿Cómo mantenemos nuestra fe? Lo hacemos poniendo nuestra esperanza y aspiraciones en Jesucristo, nuestro Señor resucitado. No debemos de quitar nuestra vista del Señor.
Recuerden el bello ejemplo de la Escritura de Jesús caminando sobre el agua hacia sus discípulos que están en un bote en medio de una tormenta. Ellos están asustados por la tormenta. Pedro dice a Jesús, “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas”. Jesús lo hace así, y Pedro comienza a caminar sobre las aguas. Mientras que mantiene sus hijos fijos en el Señor, es capaz de hacer esto que parece imposible. Pero cuando se enfoca en el viento, las olas y la tormenta a su alrededor, Pedro literalmente comienza a hundirse. Finalmente, grita, “Señor, sálvame”. Y Jesús lo toma por el brazo, lo jala y ambos entran al bote. Jesús dice, “¡Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”
En estos tiempos inciertos, es fácil quitar nuestra vista del Señor y distraernos con otras cosas. Sin embargo, ahora más que nunca, estamos llamados a voltear hacia Jesús, a confiar en su bondad y misericordia. Necesitamos el mensaje de Pascua de esperanza y gozo probablemente más ahora que en ningún otro momento de nuestra historia reciente. Necesitamos escuchar sobre esos maravillosos encuentros con el Señor resucitado tal como se apareció a los discípulos, cómo el nutrió su fe, cómo calmó sus miedos.
Jesús triunfó sobre el pecado y la muerte. Él resucitó de la muerte. Él resucitó no para Él mismo, sino por nosotros. Como Cristianos, esperamos con ansias el día en el también resucitaremos en la gloria con todos los santos y estaremos con nuestro Señor para siempre.
Editora: Para aquellos que están sufriendo desesperación, ansiedad o soledad ¿Cómo confiamos en el Señor?
Obispo Vásquez: Si existe una persona hacia la cual voltear, es nuestra Santísima Madre María. Ella estuvo ahí a lo largo de la pasión de nuestro Señor, ahí, al pie de la cruz mientras que Él moría, ahí para recibir el cuerpo de Jesús cuando fue bajado de la cruz y ayudó a ponerlo en la tumba. Ella entiende la desesperación, el sufrimiento, el dolor y las heridas. María madre nos consuela y conforta de una manera especial. Ella nos dice que no estamos solos. Y a través de sus oraciones, nos acerca a su hijo, Jesucristo.
He hablado con algunos profesionales de la salud mental, y ellos me han compartido algunas maneras muy prácticas con las que podemos conquistar la desesperanza, la ansiedad y la tristeza. Podemos limitar nuestra exposición a las noticias – no verlas todo el día. Podemos asegurarnos de que estamos comiendo, durmiendo y ejercitándonos regularmente. No debemos tratar de entumecer emociones con comida o alcohol u otras distracciones. Podemos conectar con otros vía telefónica, medios sociales, correo electrónico o cartas escritas a mano – hablar con ellos, ponernos al corriente, orar con ellos.
Podemos también orar por otros y dar gracias a Dios por cada uno de los miembros de nuestra familia. Cada día podemos escoger a una persona por la cual orar a lo largo del día, pidiendo a Dios que la cuide y bendiga abundantemente. Finalmente, podemos buscar ayuda si nos encontramos profundamente desesperados. Los terapeutas pueden ofrecer ayuda vía tele-terapia o podemos llamar a nuestra parroquia y pedir hablar con un sacerdote o diácono. Aunque no podamos estar físicamente juntos, hay maneras en las que podemos ayudarnos.
Editora: Cuando esta entrevista sea publicada, la Misa habrá sido suspendida ya por casi dos meses. Con suerte, pronto podremos celebrar Misa ¿Cómo nos preparamos para recibir a Jesús otra vez?
Obispo Vásquez: Sé que nuestra gente está lista para volver a Misa. Cuando suspendí la celebración pública de la Misa en marzo, mi corazón estaba muy triste. Traté de mantener nuestras iglesias abiertas y los servicios disponibles para nuestra gente hasta el último momento posible. La celebración de la Eucaristía nos une con Cristo y nos mantiene unidos como una iglesia. La Misa celebra el acto total de sacrificio de Jesucristo, y un acto de redención y salvación para todo el mundo. La pasión de Jesús, su muerte y resurrección son celebradas en cada Misa, lo que nos da esperanza y vida.
Como el Cuerpo de Cristo, la Misa nos une. Mucha de nuestra gente me ha expresado un hambre profunda, apreciación y devoción por nuestro Señor en la Eucaristía y por reconectar con el Cuerpo de Cristo, la gente de Dios. Creo que esta hambre es una bendición por que viene de Dios. Espero con ansia el día en que nos reunamos con nuestra familia y amigos alrededor del altar de Dios y demos gracias por el maravilloso regalo de la Santa Eucaristía.
Mientras hemos estado lejos de la Misa, muchos han llenado sus ansias por Cristo con la comunión espiritual. Sabemos que esto no es ideal, pero esto no significa que la gracia y el amor de Dios no nos están alcanzando y derramándose en nuestros corazones incluso ahora en medio de nuestro sufrimiento, dolor, aislamiento y separación. El Señor está trabajando en nuestras vida ¿Preferiríamos estar alrededor del altar de Dios? ¡Por supuesto! ¿Preferiríamos estar celebrando los sacramentos? ¡Por supuesto! Somos gente sacramental, pero eso no significa que nos entreguemos a la desesperanza.
Editora: Cientos de personas en nuestra diócesis estaban planeando entrar a la iglesia en la Pascua ¿Cuándo serán bienvenidos?
Obispo Vásquez: Dar la bienvenida a nuestros catecúmenos este año llevará algo de tiempo por que sabemos que el virus no está afectando a nuestra diócesis de la misma manera. Algunos condados y ciudades podrán normalizarse más rápidamente que otros dependiendo de cuántos estén infectados por el COVID-19. Sin embargo, Tengo la esperanza de que podremos pronto celebrar los sacramentos Pascuales en todas nuestras parroquias.
Queremos tener en mente particularmente a los electos que han estado esperando y deseando convertirse en parte de la Iglesia Católica. También tenemos en mente a los electos que han estado esperando tener una comunión completa en la iglesia. Debemos seguir animándolos, orando por ellos y apoyándolos; sabemos que eventualmente estarán completamente unidos a nosotros. De muchas maneras, ellos ya están unidos a nosotros de una manera espiritual, que es una hermosa manera.
Aunque nuestra diócesis consiste de 127 parroquias, somos un solo cuerpo de Cristo. Estamos unidos como una diócesis; por lo tanto, tenemos en mente el cuidado de todas las partes de la diócesis. Si una parroquia en particular sufre, todos sufrimos. Cuando una parte particular de la diócesis se regocija, todos nos regocijamos. Necesitamos buscar cómo fortalecernos unos a otros y cómo apoyarnos unos a otros durante este tiempo. Puede que necesitemos compartir recursos; puede que necesitemos pedir ayuda.
Aunque no podamos asistir a Misa, debemos recordar dar el diezmo. Todo lo que tenemos es un regalo de Dios Todopoderoso. Como protectores de esos dones, estamos llamados a regresar una porción de nuestro tiempo, talento y tesoro en gratitud por el gran botín de Dios. Por favor continúen dando a su parroquia y cuando la vida se normalice otra vez, ofrezcan su tiempo y talentos más que nunca antes.
Editora: ¿Cuál es su oración por nuestra nación mientras nos recuperamos de los devastadores efectos de esta pandemia?
Obispo Vásquez: Oro que como nación, nuestra fe en Dios despierte de nuevo y sea renovada. Por que miremos a Dios como una fuente de todo lo bueno. No estamos solos o abandonados. El Cristo Resucitado nos guiará a través de esta noche oscura y de esta terrible tormenta. Oro por que veamos la luz clara de la esperanza y la renovación de la vida que Cristo comparte con todos nosotros.
¡Aleluya, Cristo ha resucitado! ¡Regocijémonos!