Por Carla Smith | Corresponsal
Las palabras tienen poder, y a veces no tenemos idea de cuánto. Si le preguntaras al Misionero de la Fe, Padre Benjie Magnaye, pastor de la Parroquia Sacred Heart en Waco, probablemente estaría de acuerdo porque fueron sus propias palabras hace unas dos décadas las que cambiaron no solo su vida, sino también la de muchos otros. El padre Magnaye es alegría encarnada. Hace unos 20 años, su entusiasmo y energía fueron lo que hizo que Clara Richardson, de la Parroquia de Santa Mónica en Cameron, tomara nota y enviara una nota al entonces Obispo John McCarthy.
El joven sacerdote estaba visitando Texas con los Misioneros de la Fe de su Filipinas natal cuando se presentó a hablar sobre el trabajo misionero en una Misa dominical en Cameron. Richardson asistió a la Misa y las palabras del padre Magnaye dejaron una impresión y un legado tan indelebles en su corazón que escribió una carta al obispo en la que le compartió cuánto la impactó el sacerdote visitante y cuán especial creía que él era. Fue su carta la que llevó a la formación de la primera Comunidad de Misioneros de la Fe en los Estados Unidos, que ahora no solo se encuentra en la Diócesis de Austin, sino también en Green Bay, Wisconsin; Santa Rosa y Oakland, California; Honolulu, Hawaii; Corner Brook y Labrador en Canadá.
A través de los años, Richardson se convirtió en una querida amiga del padre Magnaye y el año pasado él celebró en su Misa de entierro Cristiano en Cameron, en donde Richardson quedó impresionada por su generosidad y por el hecho de que manejó una bicicleta por la ciudad para visitar a los feligreses confinados en sus hogares. Como dijo el padre Magnaye, fue cuando “la historia comenzó a tejer nuestra historia”.
El viaje de los Misioneros de la Fe a los Estados Unidos comenzó en 1999 cuando el Padre Magnaye estaba sirviendo a la comunidad y buscando formas de mantener a sus seminaris-
tas. Decidieron escribir cartas a las diócesis en los Estados Unidos para sus programas anuales del Plan Cooperativo Misionero; sin embargo, solo dos de esas 150 cartas recibieron
respuesta. Una de ellos era de la Diócesis de Austin y los mi-
sioneros “reflexionaron mucho si rechazar la propuesta, pero tuvieron fe y valor para aprovechar la oportunidad, ya que podría abrir otras vías para nuestra comunidad,” dijo el padre Magnaye. Más tarde, el obispo McCarthy envió la orden de predicar en tres parroquias diocesanas, una de las cuales era la parroquia de Santa Mónica en Cameron. Fue un gran paso para el padre Magnaye, que no tenía idea de a dónde conduciría su corta visita.
“No conocía a nadie, y era mi primera vez en Texas,” dijo. “Mi primera impresión fue que todo era muy grande y espacioso, e hice lo que tenía que hacer y regresé a casa”. Cuando llegó a Filipinas, allí lo esperaba una carta del obispo McCarthy invitándolo a trabajar para la diócesis porque había recibido la carta de Richardson. El padre Magnaye humildemente dijo: “Nunca se sabe cómo Dios puede escribir estas historias”. Así que regresó a Texas en 2000. Sus compañeros Misioneros de la Fe, los Padres Celso Yu y Edilberto Mesias se unieron a él y se sorprendieron cuando el obispo los recogió en el aeropuerto, se vistió con ropa de civil y se presentó como su conductor.
No fue hasta que el padre Magnaye notó el anillo del obispo que se dieron cuenta de quién era. Fue el comienzo perfecto de lo que tenían por delante, dijo el padre Magnaye. Después de un mes de orientación en Austin, el Obispo McCarthy asignó al Padre Yu para servir en Bremond, al Padre Mesias a Waco y al Padre Magnaye a Mexia en la Parroquia St. Mary, donde comenzó lo que él llama 14 años formidables y notables.
“Su simpatía natural, su espíritu jovial y su actitud trabajadora me permiten servir en ministerio con facilidad y alegría,” dijo. “Nos decimos mutuamente que estamos siguiendo a Cristo y su camino de justicia, y nos recordamos servir al Señor y a su iglesia con alegría”. Lo que nos devuelve a la alegría pura e infecciosa que el Padre Magnaye irradia humildemente y sin pedir disculpas.
“Todo lo que hacemos, debemos hacerlo con alegría,” dijo con una sonrisa. “Creo que la alegría se encuentra en el Señor y se contagia a las personas que conocemos”.
Como dijo uno de sus parroquianos, el Padre Magnaye “muestra de primera mano cómo el Espíritu Santo trabaja”. El mismo parroquiano estuvo recien-
temente en un retiro en Belton, y cuando compartió sobre su parroquia, un compañero en el retiro dijo “Oh, tienes al sacerdote que sonríe todo el tiempo”.
El Padre Magnaye continúa sonriendo y divulgando el gozo mientras que Sacred Heart trabaja para cumplir con necesidades inmediatas y a largo plazo a lo largo de la comunidad.
“Nos animamos mutuamente a llevar nuestra cruz cotidiana y a compartir nuestras bendiciones,” dijo. “También esperamos y soñamos juntos para que la parroquia sea mejor de lo que era ayer”.