Por DeKarlos Blackmon | Columnista
Durante la Octava de Pascua, visité Holy Family Catholic School en Austin para presentar un premio a Madelyn Edwards, del séptimo grado. Madelyn participó en el concurso de Ensayos Dr. Martin Luther King del 2018 sobre el tema, “Seguidores de Cristo: Un Legado Rico de Igualdad para Toda la Gente”. Tomando del legado de King, y de la transformación de los primeros discípulos por Cristo, Madelyn nos recordó que, creados a imagen y semejanza de Dios, Él nos creo para vivir en un estado de justicia y paz con la responsabilidad de ejercer el bien y de tomar decisiones morales razonadas por la fe.
El pensar sobre la perspectiva de Madelyn me hizo reflexionar sobre cómo la gente es en gran parte producto de su entorno familiar – o bagaje cultural y experiencias. De acuerdo a esto, cuando reunimos a personas de diferentes bagajes culturales, debemos siempre considerar las variantes perspectivas de todas las personas. Mientras que, inevitablemente habrá disonancias culturales, debemos trabajar por apreciar los ricos contextos culturales de nuestras comunidades. La globalización y las tecnologías emergentes reúnen a personas diversas no sólo para los negocios y la edu-cación, sino también en nuestras pequeñas comunidades a los largo del Centro de Texas. Mientras reunimos a la gente, debemos equiparnos a nosotros mismos con la capacidad de defender la dignidad inherente y el valor de cada persona- aún cuando no estamos de acuerdo en nuestros puntos de vista políticos. Así es como construimos relaciones mutuamente beneficiosas.
Un par de días después de mi visita a Holy Family, participé en nuestro Día de Reflexión para los Católicos Negros. El Obispo Vásquez estresó durante la reunión, “creo que el Espíritu que mueve, el Espíritu que permitió que Cristo se levantara de la muerte, el Espíritu que continúa moviéndose dentro y a través de otros, el Espíritu está muy vivo en ustedes”. Ningún grupo cultural es meramente sólo parte de la Iglesia por que nosotros somos la Iglesia; en toda nuestra diversidad cultural, colectivamente, somos la iglesia, dijo.
“No piensen en ustedes mismos como algo como un apéndice. No pierdan de vista el hecho de que ¡ustedes son la iglesia, tal como son! Enfatizó el Obispo Vásquez.
La exhortación apostólica del Papa Francisco, “Gaudete et Exultate” (Regocíjense y alégrense), ofrece de manera directa el toque de clarín para reorientarnos hacia la santidad. El Papa Francisco “[propone de nuevo] el llamado a la santidad de una manera práctica para nuestro propio tiempo, con todos sus riesgos, desafíos y oportunidades”. Considerando las complejidades de las incertidumbres siempre cambiantes del paisaje político alrededor del mundo, y en nuestras propias comunidades domésticas, el encuentro significativo y el respeto por cada persona es una prioridad para vivir juntos como personas destinadas a la grandeza, una gente santa para el Señor.
Este llamado a la santidad mantiene frente a nosotros nuestra relación y responsabilidades con el Señor, quien siempre ha mantenido su convenio de misericordia con su gente. Cuando luchamos por vivir en santidad, ejercitamos un mejor compromiso con valor. Nuestro compromiso con la gente – tal como en la parábola del Buen Samaritano – nos ayuda a encontrarnos mutuamente en nuestro quebrantamiento. Sí, esto significa alcanzar con preocupación preferencial a aquellos que son débiles, vulne-rables, pobres y oprimidos. El valor nos obliga a siempre hacer avanzar lo mejor y más difícil como algo opuesto a la maldad fácil, cuando otros están siendo perseguidos y maltratados.
Como Madelyn afirma en su ensayo, “Debemos ponernos de pie, pelear y no acobardarnos”. Es el valor el que nos capacita para ponernos de pie y defender las preocupaciones de aquellos que se ven diferentes a nosotros. Lo hacemos por que, como los compañeros de Madelyn en la Holy Family School nos recuerdan, “¡Somo personas ‘Santas’!